

En primer lugar, es imprescindible que no te dejes las luces encendidas cuando sales de casa. Esto puede aumentar considerablemente la factura, pero también si vas por la casa sin apagar las luces de las estancias en las que no estás. ¿Cuántas veces has estado en el salón esperando a que cueza la pasta y te has dejado la luz de la cocina encendida? ¿O cuántas veces andas del cuarto de baño al dormitorio arreglándote para salir y tienes ambas luces encendidas? Estos pequeños detalles, por insignificantes que parezcan, son esos granitos de arena que van incrementando la factura de la luz.
Sin embargo, en esto último hay una excepción: los fluorescentes. Éstos consumen más energía en el momento de encenderlos que mientras están funcionando. Por este motivo, si no vas a tardar demasiado en volver a la estancia, lo más aconsejable es que la dejes encendida si tiene este tipo de iluminación.
Otra idea es la de emplear iluminación localizada. Esto quiere decir que emplees un tipo de iluminación para cada tarea, y sólo una. Es decir, si estás en el escritorio, utiliza sólo una lámpara específica para esto, manteniendo apagada la general de la habitación.
Por otra parte, a la hora de comprar bombillas, fíjate siempre en las de bajo consumo, que aunque no lo creas, servirán para ir reduciendo esa factura que te tiene tan preocupado. Por último, aprovecha al máximo las horas de luz, subiendo bien las persianas y, como detalle visual, utiliza colores claros para decorar tu hogar; de esta forma, conseguirás un poco más de luz en las habitaciones, sin necesidad de encender un mayor número de luces.